En pleno estallido de la ola, el país asiático estimaba unos 248 millones de contagios, mientras reportaba al organismo 450.000
En el boletín epidemiológico que publica este jueves la Organización Mundial de la Salud (OMS), China reporta 218.019 contagios y 648 muertes por covid, unas cifras inverosímiles a las que ni la OMS, ni los expertos en salud pública, ni los propios residentes en el país dan ningún crédito. Entre otras cosas, porque en diciembre se filtraron las actas de una reunión de la Comisión Nacional de Salud de China que cifraban en 248 millones las infecciones de ese mes, mientras se notificaban al organismo internacional menos de 450.000 para las mismas fechas: por cada 550 contagios, se contaba solo uno.
Los datos que publica la OMS, además, contienen un factor de confusión: incluyen a Taiwán y Hong Kong como parte del gigante asiático, así que muchos de los casos y la mayoría de los decesos que recogen estas estadísticas ni siquiera son reportados oficialmente por China, sino por estos otros Estados.
Desde que arrancó el tsunami de contagios, Pekín solo ha reconocido oficialmente 24 muertos por covid en la China continental, es decir: menos de un fallecido diario desde el 7 de diciembre, fecha en que el Gobierno dio por terminada de un día para otro la férrea política de cero covid que había regido durante casi tres años. Con 1.400 millones de habitantes, reporta menos decesos que España (todavía decenas cada día), con 44 millones y una inmunidad a la enfermedad muy superior lograda a base de una mayor vacunación y los contagios masivos de las sucesivas olas.
Tan poco sentido tienen las estadísticas que la OMS publica sobre China, que según estas en octubre hubo una ola con más contagios que la actual, y en mayo otra de dimensiones todavía mayores. Este jueves, las autoridades sanitarias chinas han notificado un único fallecimiento en la jornada anterior, elevando la cifra oficial hasta los 5.259.
Los datos contrastan con las imágenes de morgues llenas y hospitales saturados que pueblan las redes sociales, y con las informaciones sobre crematorios funcionando sin parar. Pero el país atribuye la alarma a una obsesión de los medios occidentales.
La OMS viene pidiendo mayor transparencia a China desde hace semanas. La última vez, este miércoles, cuando sus portavoces requirieron a las autoridades que no minimizaran el número de contagios ni de muertes para poder tener una imagen real de lo que está sucediendo.
Las mismas variantes
El país asiático se vio obligado a dar un giro de 180 grados en su política frente a la pandemia el mes pasado. Hasta entonces, mantenía estrictas vigilancia y restricciones para mantener al país con niveles ínfimos de contagios. Mientras la mayoría del mundo ya estaba haciendo una vida prácticamente normal y las tasas de letalidad habían bajado drásticamente gracias a las vacunas, China estaba cerrada a cal y canto, con sus ciudadanos obligados a cumplir aislamientos y cuarentenas drásticas en caso de contagio.
Esta situación se mantuvo hasta que los sublinajes más contagiosos de la variante ómicron entraron en el país. Con un virus imparable, las restricciones dejaron de dar resultado, la población se echó a la calle a protestar y el Gobierno abrió la mano en una brusca vuelta a la normalidad.
Aunque las variantes que circulan por el país son las mismas que en el resto del mundo, China pasó a experimentar de golpe en unas semanas una explosión sin precedentes, en una población con una casi nula exposición a la enfermedad y unos niveles de vacunación (especialmente en las personas mayores) muy inferior a las de los países occidentales, con unas inyecciones, además, menos eficaces.
Según un informe que las autoridades sanitarias chinas han compartido esta misma semana con la OMS, el 97,5% de todos los casos fueron causados por los linajes BA.5.2 y BF.7, que ya habían sido detectadas en países como España. El Centro de control de Enfermedades de China no ha informado de ninguna variante nueva. La OMS ha pedido a las autoridades de Pekín que compartan más datos y más secuenciaciones para poder realizar un seguimiento adecuado de posibles mutaciones.
Oleada de infecciones
Uno de los primeros pasos que dio China tras el giro de 180 grados en su política antipandémica fue cambiar el criterio de lo que se considera una muerte relacionada con la covid: solo las causadas por una neumonía y un fallo respiratorio en pacientes con el virus será considerada como tal, lo que deja fuera a cualquiera que muera por otro tipo de complicación relacionado con la enfermedad.
Durante días, la capital del país ha sufrido una oleada de infecciones que ahora parece ir remitiendo. Las calles, fantasmagóricas hace un par de semanas, han recuperado vitalidad, la gente ha vuelto a los restaurantes, han reabierto los colegios y las largas avenidas recuperan los atascos de los empleados que regresan al trabajo.
Aunque autoridades sanitarias como el Centro Europeo de Control de Enfermedades han mandado mensajes tranquilizadores, descartando por el momento que el brote en China pueda suponer una amenaza fuera, algunos países, como España, han tomado medidas de control en los aeropuertos, algo que el miércoles recomendó la Unión Europea, pese a ser controles que no han demostrado eficacia alguna.